«And the world is gonna know my name»

He visto como poco a poco el mundo fitness y la onda de la vida saludable, han tomado mucha importancia dentro de las redes sociales. Algunos lo han tomado como moda, otros como algo más serio y tampoco han faltado los “haters” que han hecho de esto un chiste más. Por mi parte, quiero mostrarles mi visión y como he logrado obtener en un tiempo considerable, los cambios que siempre he querido en mi cuerpo.

Desde niña, siempre fui la gordita de mi casa y de mi entorno, en un mundo de flacos. Y la verdad es que no era una gordita feliz. Ya a mis 15 años había hecho muchas dietas de todo tipo, la de la sopa, la de los 13 días, me inyecté suero de placenta, fui a nutricionistas, comí lechuga en todas sus versiones y  todo lo light que existía, sin poder bajar de peso y mantenerlo estable.

 

 

 

Ya más grande, en la universidad, mi peso era una tortura. Mi seguridad e inseguridad dependía de la balanza. A veces no conseguía ropa de mi talla, o lo que me quería poner no iba con mi cuerpo. En la playa era la última en quitarme los shorts y me costaba quitarme el pareo. De paso, como hacía artes marciales y me veía gruesa, creían que era de temer porque seguro pegaba duro, aunque bueno, eso era un poco cierto.

Era inconforme , frustrada y ni que decir del divorcio absoluto que tenía con el espejo. Un día empecé a relajarme  y comencé a leer más sobre nutrición, combinaciones de alimentos, a hacer otro tipo de ejercicios y a cuidarme un poco más. Sin embargo, pasaban unos meses y abandonaba todo, cayendo otra vez en un aumento de peso peor, agrediéndome a mí misma con la comida.

Comía muchísimos dulces, chatarra, salsas y luego me deprimía. Mi desayuno típico eran dos empanadas de carne molida con guasacaca o arepa frita con diablitos, merendaba helados, marquesas, café con leche y dulces de panadería. Todas mis ensaladas eran con mayonesa y no podían faltar las tajadas de plátano con mantequilla en mis almuerzos.

Aunque parezca que esta foto es vieja, apenas tiene dos años. Recién me hice la mamoplastia de aumento, gané 12 kilos en el post operatorio. Por fin tenía los pechos grandes, pero, todo lo demás también me creció.

En ese momento decidí que tenía que cambiar mis hábitos en serio. Ya estaba cercana a los 30 y si no me ponía las pilas, mi peso iba a seguir aumentando y mi salud, se iba a deteriorar aún más de lo que ya estaba. Para ser una joven de 28 años, eso de subir escaleras o caminar de Chacaíto a Plaza Venezuela, se estaba haciendo complicado.

Gracias a una amiga comencé a tomar mis primeras clases de nutrición. Me inscribí en el gimnasio y en tres meses, comiendo mejor y con los ejercicios,  ya había botado un par de kilos, sin embargo, aún sentía que me faltaba y de vez en cuando, volvía a tener mis recaídas. Ahí entendí que el primer paso para bajar de peso es tener  disciplina y  constancia.

Al ver mis primeros  cambios comencé a animarme. Deje de leer a los saboteadores, haciendo caso omiso de cada crítica recibida. Ya no me decían “Pero tú si estás gorda” si no “Mija, te están llevando los demonios, ¿Te dejo tu novio?” y comprendí que la gente siempre va a hablar, para bien o para mal, siempre tendrán algo que decir u opinar respecto a la apariencia.

Tomé un par de entrenamientos sobre nutrición general y deportiva, tanto fuera de Venezuela como dentro, y en marzo de este año, me tracé la meta de aumentar mi masa muscular y reducir mi porcentaje de grasa, eso que llaman fitness. Y lo hice por el placer de verme con el cuerpo que yo quería, sin importarme mucho lo que opinaran los demás.

Combinando nutrición, ejercicios, leyendo aquí y allá, probando y quedándome con lo que me resultaba, mi cuerpo empezó a  mostrar cambios permanentes. Entendí que sí podía comerme el dulcito o de vez en cuando, entrarle con muchas ganas a una pizza o hamburguesa. Dejé de contar calorías pues  aprendí qué se debe combinar y qué desechar definitivamente.

Lo más importante, y créanme que esto es más valioso que cualquier otra cosa, fue que me tocó ejercitar mi mente. Sólo cuando pude fortalecerme yo como persona y amarme de verdad  pude entender con todo mi raciocinio que la cucharada de mayonesa en la pasta con carne molida sí hace daño, que el refresco es veneno y que el azúcar refinada no sirve  absolutamente de nada en el organismo.

Con mi mente pude dejar de molestarme con los “es solo un tequeñito mija, eso no te va a matar” y cada comentario negativo o mal sano, se iba directo a la basura junto con la margarina y la kétchup que le tenía que poner a todo para comer.

Yo me reconcilié con el espejo siendo gordita, y fue justo ahí cuando decidí consentirme y darme la oportunidad de lucir saludable. De ahí para acá ese amor propio ha sido mi mejor estímulo, mi motivo y  mi realidad.

Foto: Darío Carnelutti

Ahora soy una amante de los vegetales, empecé a comer tomate de verdad y hasta aprendí a escogerlos en el supermercado.  Tengo una relación muy amorosa con el pimentón, la cebolla y las espinacas. Adoro el celery y la pimienta, e inventar platos saludables es mi nueva pasión. Creé la Misión Todo Rico y ha tenido más éxito que el plan Patria Segura.

Como todo natural sin químicos, entreno al menos cuatro veces a la semana  con pesas y cardiovasculares,  saco el tiempo, las ganas y el ánimo. A veces en el gimnasio, otras en casa o subo al Ávila. El agua es infaltable, ocho vasos mínimos, a veces más. Establecí rutinas estrictas como tomar mi té verde quemador de grasas al despertar y antes de entrenar.  Al salir de la ducha, me pongo mi crema modeladora y luego la hidratante. Soy consciente de todo lo que pongo en mi plato, no solo como por comer, si no que me nutro. Tomo mis batidos de Herbalife luego de ejercitarme y en el desayuno, no tomo nada envasado y no me hace falta el dulcito a las 4 de la tarde.

30 kilos menos después, les presento a mi nueva versión, una mujer que se ama, se cuida, le gusta como se ve y tan segura de sí misma, que le dijo sí al topless , quitándome todas las barreras físicas y mentales. No solo por descenso del peso, si no por todo el trabajo que empecé el año pasado, bien contado en La Patita Fea, puedo decir con todas mis ganas, aquí estoy mundo, gracias totales por cada experiencia vivida.

Foto: Darío Carnelutti

Si alguien desea cambiar lo que sea, serán su voluntad, disciplina y constancia los mejores aliados, además de saber hacer oídos sordos a los saboteadores de oficio. Como siempre les dejo un vídeo, Hall of Fame de The Script, una canción de esas inspiradoras que te dice que nada es imposible.

 

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